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Estudio de Conaf: Plantaciones y pobreza en las comunas forestales

Con el objetivo de dilucidar si la existencia de plantaciones -principalmente de pino y eucaliptus- generarían pobreza, crítica que frecuentemente apunta a la industria forestal, se realizó el estudio “Plantaciones y pobreza en las comunas forestales”, dirigido por Iván Nazif, a petición del Departamento Forestal de la Conaf.

El profesional, quien ha realizado otros estudios para la Corporación, se ha interesado por mostrar una visión más crítica de cómo se abordan los problemas sociales y económicos en Chile, ya que considera que existe una tendencia a la simplificar que no ayudaría a entender la complejidad de los procesos sociales.

La pobreza es un área muy estudiada en el mundo y también en Chile. Y, también en desarrollo forestal y políticas de fomento hay mucha investigación. Sin embargo, los estudios que ligan ambos procesos son menos y los que se han hecho son bastante interesados, entonces queda la sensación de que la conclusión está hecha antes de comenzar, detalla Nazif.

-Contrastamos y cuestionamos las visiones de las empresas y los habitantes de zonas forestales en terreno, confrontando las disonancias entre los discursos y lo que ocurre en la realidad en terreno, con trabajo de campo. Cubrimos nueve comunas desde la Región de O’Higgins hasta la de Los Lagos. Trabajamos hasta donde fue posible la información secundaria que nos brindó el contexto de la investigación en materia de crecimiento y pobreza en comunas rurales forestales o agrícolas. Luego, entrevistamos a 27 familias de distintos estratos sociales y empresas: pequeños propietarios, asalariados y personas del sector público. Fue un trabajo cualitativo, generamos una entrevista en profundidad y, con base en lo que nos respondían profundizamos.

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-El estudio concluyó que las plantaciones no generan pobreza. Asimismo, que el tipo de desarrollo forestal que hemos tenido no ha resuelto el desafío de la integración social. Dar solución a ello va más allá de la empresa forestal, tendría que haberse propuesto el Estado o el país. Entonces la principal conclusión es que deberíamos reformular el tipo de desarrollo que estamos planteando.

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-Si uno lo mira en perspectiva, la industria forestal ha asumido de manera bien consciente la denominada Responsabilidad Social Empresarial,pero dado el desarrollo logrado por dicho sector y la evolución que han experimentado las comunidades locales, a todas luces, es insuficiente. Se requiere trascender y contribuir a resolver el problema de integración de las empresas. Aprovechar la reforma educacional y así fomentar la formación para jóvenes de localidades rurales en carreras técnicas afines al sector para que luego se puedan incorporar a la fuerza laboral. Algo de lo que el gobierno también debiera preocuparse, definir currículum relacionados con los territorios y sus dinámicas productivas. De lo contrario, seguiremos viendo a futuro migración desde regiones y, por ende, la escasez de mano de obra, lo que es un contrasentido porque los niños rurales no tienen estímulo para estudiar aquello en lo cual tienen más ventajas.

-Básicamente, que el optimismo respecto al crecimiento económico de las empresas no se condice con la visión que tienen las comunidades respecto del desarrollo. A su vez, las empresas hacen ver la debilidad de los gobiernos para hacer primar el Estado de Derecho lo que agrega dificultades adicionales a los procesos productivos y a lo que podría ser su impacto positivo en las condiciones de vida de las personas.

-La migración está relacionada con el tipo de desarrollo que se define para la región y considero que es demasiado extremo responsabilizar a una actividad productiva de fenómenos de este tipo.

-Vimos que si la persona se formaliza en un trabajo, pierde el derecho a ciertos subsidios y hay un segundo hecho que constatamos: la empresa exige a sus contratistas medidas de seguridad que van en directo beneficio de los trabajadores, sin embargo muchas veces el propio trabajador no acepta esas condiciones. Dicen “yo sé hacer esto, no necesito los guantes”, o “yo no voy a trabajar a esa empresa porque me piden que use muchas cosas que no quiero”. La diferencia entre conocimiento tradicional y sistemático se hace evidente y termina en que el mismo trabajador rechace un relativamente buen salario, pero no está dispuesto a seguir esas normas de higiene y seguridad laboral. Todo esto se traduce en que muchas personas prefieren el trabajo informal, que significa menos mano de obra para el sector que termina contratando gente de otros lados y no a las poblaciones locales. Esa cultura para aceptar el trabajo como se realiza en el siglo XXI es un problema de educación, es decir, responsabilidad del Estado.

-Claro que es posible. Hay una fuerte fragmentación respecto de cómo se realiza el desarrollo. Los distintos agentes expresan demandas que parecieran no tener un común denominador. En Chile se sigue discutiendo si vamos a crecer 3% o al 2,5% y si bien es un tema necesario de abordar si el país no tiene una buena distribución del ingreso o no logra la integración social, dicho crecimiento no significa mucho para la gente. Eso es lo que ha pasado en Chile y sólo se puede revertir con políticas públicas persistentes y de largo plazo. Todas las áreas en que el Estado tiene participación de acción social, como educación y salud, deberían tender a lograr la integración.

-Primero es responsabilidad Estado; si éste no se compromete, ninguna empresa por grande que sea va a poder resolver un problema que es nacional. Las empresas pueden favorecer el desarrollo de escuelas técnicas en localidades remotas o mejorar el acceso a recursos de las comunidades locales o incluso incursionar en mejorar la infraestructura productiva y de comunicaciones en las áreas rurales.

-Las empresas debieran preocuparse de que la población de las áreas en que se emplazan no considere que la industria forestal sea ajena a ellos. Para lograrlo deben fomentar la formación de estudiantes en carreras (universitarias o técnicas) relacionadas con el sector forestal. En ese sentido, pueden plantearle a las casas de estudio qué tipo de profesionales, técnicos y obreros necesitan, aportar en el contenido de los programas de formación y también generar plazas para que los estudiantes realicen sus prácticas en las compañías. Es posible invertir, educar y comunicar de otra manera.